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viernes, 15 de julio de 2011

Otro jueves de esos.

Otro jueves de esta interminable rutina, otro día de esos que tardan en llegar a su final, que te dan pena recordar.. No puedo evitar no sentirme débil e insignificante; todo pareciera ir en cámara lenta y las horas no corren como siempre. Es irritable ponerme a pensar en mí cuando sé que tengo tanto que hacer. A veces pienso que estos indefinidos días tienen más sentido de lo que aparentan. Suelo dividirme en dos dejando una parte en coma dos; es que soy susceptible a despegar a distintas sintonías de mí donde el arrepentimiento ni el fracaso coexisten; algo singular en verdad; aunque muchas veces me gustaría quedar y no volver jamás a esta cruda carrera de seres que no entienden el sentido de la existencia. Esta existencia donde hay libertades y obligaciones en la misma medida; donde los niños son reemplazados por los ancianos como si no entendieran el círculo de la vida; donde el amor es injusto para dos y ni hablar si idénticos son; donde la razón triunfa sobre el sentimiento del corazón; donde el sentido nos juega a las escondidas y a veces nos cuesta hasta la muerte gritar piedra libre para la vida. Ya no sé en que creer, en que entregar mi ser. Esta vacilación me boicotea todos mis espacios libres, todos esos días que no me queda otra opción que prestarle atención al corazón. De a poco voy aprobando esta lección, pero cómo me cuesta decir que no cuando estos ojos estuvieron anhelando esa anatomía, cuando estuvieron llorando por montón con sólo esa razón, verte mi amor. Ese no me costó el retiro de esa ficción que construimos los dos; me costó la clausura de mis dedos a escribir miles de canciones de amor. Pero también me liberó de infinitos sufrimientos programados con precisión por vos; me libró de un millón de días como estos, que me obligan a pensar en vos, en nosotros dos, que me hizo trazar esa línea de adiós, por siempre amor.