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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Atada por la imposibilidad

Salada de tantas lágrimas; casi segura de estar dentro del mar, ahogándome por mi propia desdicha. No podría estar más cansada de ser yo misma porque tiempo no tengo, sino claro que moriría. Camino por las calles con mis sentidos confundidos y me pregunto qué tienen mis ojos que me nublan la visión; en dónde me encontraré que todo se distorsiona, nada me apasiona. Es algo extraño admitirlo, pero necesito un milagro, uno que me traiga un abrazo que me proteja de todo daño, que dure más que un engaño.. Mi conciencia me ayuda; me aconseja como si fuera una cualquiera. Recuerdo escuchar tropezón no es caida, pero cómo sostener mis talones si el suelo arde; arde de inconciencia, de demencia.. Me niego a dormir sin saber antes, sobre mi porvenir; me niego a morir, pero tampoco quiero vivir así. Supongo que el dramatismo de esta índole me aterra. Nunca pretendí deprimir este texto sin solución, pero el viento del enojo hace que todo suene vertiginoso, ansioso, desgraciado. El consuelo de un nuevo día ya no me anima si durante un mes espero ese día. Exijo terminar con esta pesadilla; ya no es divertida esta condena.