Y de repente despertar en el medio de la inmensidad, sin nada donde poderse agarrar; quizá ahora sí, no me quede otra opción que volar, sacar alas o dejarme estrellar. Es este instante que parece un viaje, sin recuerdos del comienzo, sin destino concreto, solo el viento que choca sobre mi cuerpo haciéndose alimento de mi vuelo. Los sonidos de mis pensamientos hacen eco en ese mar de fundamentos, se hacen reflejo en un mundo paralelo; y yo para qué los quiero si solo hacen peso, yo quiero un viaje ligero.. despojarme de la sombra de mi mente, de las huellas del pasado, de los ojos del futuro. Nada como nadar sin un fin más que ser, solo ser. Florecer y olvidarme de la dicotomía que encapsulaba al alma, que moldeaba mi visión, que juzgaba sin razón; porque la flor no elige su color, no quiere estar triste ni feliz, no sabe lo que pasó ayer, ni este instante que se acaba de disolver, ellas son un carpe diem, son mariposas sin alas. Las flores son humanos iluminados, abiertas a la luz, inspirando paz, expirando amor. Todo es un pedacito de otro todo, si solo se ama esa porción entonces amarás al todo sin excepción, porque para amar no necesitas cambiar todo el exterior, sino tu interior para mirar de otro modo, cambiar la percepción. Y cuando ya no tengas palabras para la descripción, deja caer tu piel; entonces un ciclo vuelve a suceder y las palabras se hacen efímeras dentro de tu ser, porque simplemente no se necesita sabiduría para conocer.
